Marvin Roberto López tiene 35 años y es estudiante de primer año de Lenguas Modernas del Departamento de Idiomas, y como muchos universitarios, realiza esfuerzos para graduarse de una carrera; sin embargo, su ejemplo de perseverancia no se resume al esfuerzo económico o la distancia que recorre para cumplir con sus obligaciones académicas.
López vive en una colonia de los Planes de Renderos, para trasladarse a la UES debe salir a primeras horas de la madrugada, a pesar que sus clases inicien a media mañana. La razón: Marvin utiliza silla de ruedas y su padre es el único que puede ayudarle a salir de un lugar de difícil acceso antes de marcharse a su trabajo.
Los de la ruta ya lo conocen, hacen una parada prudente para ayudar al estudiante a acomodarse en el transporte colectivo que lo lleva hasta el centro histórico de San Salvador, desde ese lugar inicia su recorrido hasta el Alma Mater.
Cruza la jungla de cemento y urbanismo desordenado en su silla de ruedas, un aproximado de 3.9 kilómetros que inicia desde la Biblioteca Nacional, pasando por el parque Infantil y recorriendo la Diagonal Universitaria.
El universitario comenta que no utiliza el transporte capitalino por varias razones, como: intolerancia de transportistas, las unidades no cuentan con las características de accesibilidad universal y por ahorrarse algunos centavos.
Son muchas las aventuras y desventuras que ha pasado en el trayecto hacia la UES, recuerda una ocasión en la que un conductor de autobús (a propósito, o no) se acercó demasiado, dañándole su silla de rueda y provocándole un temor que le persigue hasta la fecha.
El estudiante de Lenguas Modernas agregó que su ingreso a la Universidad tampoco fue un asunto fácil, por ejemplo, recordó que el día del examen de admisión llovió todo el día, trasladarse en esas condiciones le resultó complicado; eso, combinado con la indiferencia y el poco apoyo de los aspirantes que le rodeaban.
Sobre eso último, agregó que en el primer ciclo recibía clases en la segunda planta del edificio; subir y bajar las gradas era imposible sin ayuda, en ocasiones sufrió episodios de poca solidaridad. “Si me acerco a unas gradas es obvio que necesito ayuda, la última vez esperé un buen rato para que alguien se animara a ayudarme, tres compañeras terminaron apoyándome”, expresó.
Ese problema fue resuelto, ahora recibe sus clases en la primera planta. Esto a partir de las gestiones desarrolladas por la Asociación de Estudiantes de Idiomas y el apoyo de la planta docente.
Marvin es consciente de sus limitantes económicas, su familia no puede cubrir todas sus necesidades. “Muchas veces he tenido que aguantar hambre porque no puedo comprarme un plato de comida, otras veces no he tenido efectivo para comprar los materiales”, indicó.
López espera de obtener una beca para continuar sus estudios universitarios. Agregó que él y su familia están conscientes del problema que significa trasladarse, los inconvenientes económicos y falta de sensibilización de la sociedad salvadoreña hacia este sector de la población.
Sin embargo, sus propósitos son claros: “todo lo que he logrado es porque he decidido hacerlo, es lo que me ha generado satisfacción. Ahora mi deseo es ser un profesional, graduarme con buenas notas, sobresalir, dar lo mejor de mí, aspirar a un buen empleo para dejar de estar solo sobreviviendo”, finalizó.